Ladrones
Spanish Transcription
/3/ Relación de las islas de los Ladrones
Este género de gente la llaman los ladrones, habitan en unas yslas que hay cuatrocientas leguas antes de llegar al cabo de Espíritu Santo, y son las prime- ras que descubren los navíos que vienen de Acapulco a estas yslas Philipinas. Suelen hacer aguada en algún puerto de ellas, que hay munchos y buenos y, quando no se hace, como en este viaje que se hizo el año de 90 por no haber falta de agua, que sólo por ella se suele tomar puerto. Ellos salen dos tres leguas a la mar en unos navichuelos chicos y tan estrechos que no tienen de ancho de dos palmos y medio arriba, son de la forma que ahí van pintados. A los lados tienen un contrapesso de cañas con que están seguros de zozobrar cosa que a ellos se les da bien poco; porque son como peces en el agua. Y si acaso se ynche de agua, el yndio se arroja en ella, y la saca con medio coco que les sirve de escudilla y si no con una paleta con que bogan. Estos navichuelos traen vela latina de petate, que es hecho de palma, y se sirve muncho dellos en es- tas partes; y hácenlos los moros con munchas colores y labores graciosas que parecen muy bien principalmente los moros burneys y terrenates. Son estos navíos tan ligeros que salen dos o tres leguas del puerto y en un momento están con el navío a bordo aunque vaya a la vela; y tienen otra particularidad en su navegación: que no tienen menester para ella viento más del que corriere, séase qual fuere, que con ése marean la vela de suerte que van do quieren y es de manera que no parecen sino caballos muy domésticos y disciplinados, pues de estos navíos salen tantos en descubriendo navío de alto bordo que no parece sino que cubren
/3v/ la mar o que ella los brota. Su venida es a rescatar hierro porque éste es su oro, porque lo estiman en más que no él y de éste se sirven en todas sus labranças y jeras. Traen munchos cocos y agua fresca muy buena, algunos pescados que cogen con anzuelo y algún arroz hecho a su modo y en vuélvenlo en unas hojas y arrójanlo al navío por hierro; y traen también algunas frutas como plantanos y otras que no las conocíamos. En llegando como a tiro de piedra se levantan en pie y dan grandes voces diciendo arrepeque arrepeque que dicen algunos que quiere decir: amigos amigos; otros: quita alla el arcabuz, sea lo uno o lo otro, ellos gritan y dicen arrepeque. Traen en la mano una calabaça grande de agua y cocoss o pescado al fin cada uno [rayado] trae muestra aquello que tiene; primero que se acerquen dan munchos bordos con extraña presteza y velocidad y en viendo hierro se acercan y rescatan por él todo lo que traen, amarrándose, para mejor rescatar, de un cabo del navío por la popa y de allí y de todo el navío les arrojan abun- dancia de clavos viejos y aros partidos de pipas y todo esto es muy de ver, porque encogiendo la soga donde va atado el hierro la cortan con los dientes, como si fuese un rábano, y atan a ella los cocos u lo que les piden por señas. Tienen una cosa extraña para ser tan codiciosos de hierro que no dan más por un gran pedaço que por un pequeño y esto se provó allí con ellos; y si les echan un pedaço a la mar son tan grandes buços y nadadores que antes que lleguen muy abajo lo cogen, y se vuelven a su navío y así lo hizo allí uno que echándoselo amainó la vela y la echó al
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/4/ agua y luego él se arrojó tras ella y cogió su hierro y entró en el navío y sacando la vela y mojada del agua y era grande y al parecer tuvieran que sacar 3 /o/ 4 hombres y él solo la sacó con muncha facilidad y la alzó; y sin rescatar más hierro se volvió allí. Deseábamos saber si tenían algún conocimiento de las armas que usamos y para esto tomé una espada desnuda y hice que se la quería arrojar y al punto que la vieron dieron un alarido alçando grandes voces, y era que todos querían que la arrojase pero cada uno la quería particularmente y para esto ofrecieron con señas toda la agua y frutas, pescado y mas uno que pensó llevársela con aquello sacó de debajo munchos petates y algunas arquillas curiosas, y todo lo ofrecía. Al fin se fueron sin ella y después volvieron otras dos veces con el mismo deseo y ofreciendo lo que tenían. Todas estas muestras dieron de desear muncho la espada y también un cuchillo viejo que uno rescató, lo apartó aparte y sobre él hubieron de reñir entre ellos, al fin se quedó con él el que lo tomó que al parecer debía de ser máss principal y valiente, y aun de mejor entendimiento, porque lo que quería rescatar bailaba con ello y hacía munchos meneos al parecer para aficionar a que se lo comprasen en dando a entender que estimaban ellos aquello y que era bueno. Ella es gente muy corpulenta y de grandes y fornidos miembros bastante yndicio y argumento de su muncha fuerça y el tenerla es cierto por lo que les han visto hacer españoles, que estuvieron sur- tos seis meses en una de estas yslas a los quales ellos acometieron algunas veces pero sin daño nuestro y con alguno suyo por la bestialidad que tenían en meterse por las bocas de los arcabuces hasta tanto que cayeron algunos que les puso un poco más freno y conocimiento de lo que era pero
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/4v/ volviendo a lo de las fuerzas es gente que toma uno un coco verde o seco cubierto de una corteça de 4 dedos u poco menos de grueso y tan tejido que es menester si es seco partillo con una hacha y le dan hartos golpes antes que le desnudan de sólo la corteça, y ellos de una puñada, me afirman, le parten todo y dan con él en la cabeza y hacen lo mismo. También dicen que un día estando rescatando en tierra con los españoles, uno de estos yndios se apartó e adelantó de los demás y tres hombres se abraçaron con él para cogerlo y tenerlo, para traer- lo consigo, y él se abraçó con ellos y los llevaba arrastrando y él iba corriendo de manera que para que los soltase fue menester acudiesen otros con arcabu- ces, y entonces los soltó. Esto es lo que toca a las fuerças. Su talle como digo es muncho más grande que el nuestro, hombres muy bien hechos de todo el cuerpo y mejor de piernas que esto es gracia general en ellos. Los indios de esta tierra [tienen] la cara ancha y chata aunque otros bien ajertados pero todos muy morenos; la boca muy grande y los dientes los labran aguzándolos como de perro y más y los tiñen con un barniz colorado que no se quita que es para conservar la dentadura sin que jamás se caiga diente por viejo que sea; otros los tiñen de negro que tiene la misma propiedad que el colorado y esto hacen también los moros desta tierra. El cabello tienen muy largo unos suelto, otros le dan una lazada detrás. No visten así hombres como mujeres género de ropa ni otra cosa alguna ni cubren parte ninguna de su cuerpo sino como nacen andan. Tienen pocas armas y son sólo sus arcos con unas puntas en las flechas de hueso de pescado, unos dardillos arrojadizos y pónenle en su punta quanto un jeme de hueso de pescado y muy fuerte, y de palo tostado usan honda y ésta desembraçan con gran pujanza, traen ceñidas unas talegas con piedras al propósito. No se sabe que tengan otras armas salvo si han hecho algunos cu- chillejos o/ otra cosa del hierro que rescatan. Dícese una cosa bien extraña de estas yslas: que no hay en ellas ningún género de animal ora sea nocivo o pro- vechoso ni tampoco ave o pájaro alguno, esto no lo vimos porque no surgimos, pero lo afirman los que allí estuvieron ser esto así. Esta es la noticia que hasta ahora se tiene de la gente de estas yslas que llaman de Ladrones
Luis Barandica Martínez. El Códice Boxer. Edición moderna de un manuscrito del siglo XVI. 2019.
English Translation
[3] An Account of the Island of Ladrones
This race of people called Ladrones live on some islands located 400 leagues from Cape Espiritu Santo, the first islands sighted by ships hailing from Acapulco en route to these Philippine Islands. Ships usually take on water in one of the ports of these islands—many of these ports are excellent. And if the ships fail to do so, as happened during this voyage in the year [15]90 because there was no lack of water (ships only come to port for that reason), the Ladrones row two or three leagues out to sea in small boats so narrow that they are less than two and a half spans wide and half a span high. The accompanying drawing contains accurate depictions of these boats, with bamboo counterweights on both sides to prevent them from capsizing. But capsizing does not bother them because these people are like fish in the water: if a boat does happen to take on water, an Indian dives into the water and bails it out with half a coconut that he uses like a bowl, or he may use a small shovel that they row with. The boats carry lateen sails made from palm reed petates, the sort of sails used extensively in these parts. They are fashioned by Moors, especially those from Borneo and Ternate, with many colors and delightful designs, making them quite charming. These boats are so swift they can travel two or three leagues from port, drawing nigh to a ship in an instant, even if she is already under sail. And their manner of navigation is peculiar in one other respect: they can sail no matter which way or how strong the wind blows, adjusting their sails to steer any direction they want. These vessels are more like very tamed and disciplined horses than boats. So many of them head out to encounter large sailing vessels that they positively cover
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[3v] the sea; it seems they had sprouted on the water. They come out to the ships to trade for iron, because it is gold to them. In fact, they value it even more than gold, employing it in all their farming and threshing. They bring out many coconuts and delicious fresh water, along with fish caught on a hook and rice prepared according to their custom. Wrapping all of these things in leaves, they throw them aboard to the ship in exchange for iron. They also bring fruit, such as bananas and other kinds that we had never seen before. After arriving within a stone’s throw of us, they stand up and shout arrepeke, arrepeke, which, according to some people, means ‘friends, friends’, and according to others, ‘put away your harquebuses’. Whatever the meaning, they shout arrepeke. In their hands they carry large gourds filled with water and coconuts or fish. In short, each one displays a sample of what he has to offer. As soon as they draw near, they tack with extraordinary speed and dexterity. Upon catching sight of iron, they come close and offer to trade everything they have for it. They tie one end of their boat to the stern of the ship to facilitate a trade. And from the stern, or from other parts of the ship, the people throw them lots of old nails and broken cask hoops. This whole scene is quite something to behold: they grab onto the rope that the iron is tied to and then, slicing through it with their teeth as if it were butter, they tie the coconuts or whatever is being requested of them using hand signals. Something especially peculiar, considering how much they lust after iron, is that they give no more for a big piece than for a small one. This was proven out during our encounter. And if a chunk of iron is tossed into the sea, they are such great divers and swimmers that before it sinks too far, they retrieve it and return to their boat. This is exactly what one of them did—as soon as the iron was thrown to him, he lowered his sail and threw it
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[4r] into the water; he then dived in after it and grabbed the iron. He next climbed back into his boat and brought in the sail, which was so wet and big that it seemed that three or four men would have been necessary to raise it. Yet he brought it in all by himself with great ease and raised it up, and without trading for any more iron, returned to his place. We wanted to know if they were acquainted with our weaponry, so I took a naked sword and made as if to throw it, and as soon as they saw it they let out a great shriek at the top of their lungs—all of them wanted me to throw it, but each one wanted it for himself, and so they made gestures indicating that they would offer all their water, fruit, fish and more for it. One of them who wanted it very badly brought up a lot of his petates and several exquisite small chests and offered the lot to me. In the end they went away empty-handed, but twice more they came back with the same desire, offering to trade what they had. All this was clear evidence of their intense longing for the sword and also for an old knife that one of them had received in a trade and which they fought over. Finally, the one who took it ended up with it; by his appearance he must have been their main leader and their greatest warrior, and even the shrewd- est, judging by the things he sought to trade for. He danced around with it and waved it around in the air, apparently in order to entice them to buy it from him by convincing them that it was good and valuable. They are quite thick-set with large and stout limbs, which are proof and evidence of their great strength, of which they are certainly possessed, considering what the Spaniards who were anchored at one of these islands for six months have seen them do. Several times they attacked the Spaniards without inflicting any harm on them, though they themselves suffered some as they threw themselves onto the mouths of the harquebuses; only after several fell did it give them some pause as they began to realize what they were.
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[4v] But getting back to the topic of their strength, this is a people who can take a green or dry coconut with a shell four fingers thick (or a little less), so densely woven that one must split it with a hatchet if it is dry, dealing several blows to it in order to remove just the shell. And yet they swear that they can split them with just one blow, which they do by striking them against their heads. It is also reported that while they were trading with Spaniards on land, one of these Indians stepped away from or got ahead of the rest, and three men wrapped their arms around him in order to seize him and take him away with them. And he grabbed them and ran away, dragging them with him. Harquebusiers had to come to their aid, and he finally let them go. Nothing more need be said about their strength. As I have said, they are much larger in stature than are we. They are men with very well-shaped bodies, and even better legs; all of the Indians of this land have been favored in this way. Their faces are wide and flat, though of pleasant appearance, notwithstanding these people are very dark. Their mouths are quite large, and they file their teeth down so they are as sharp as dog teeth, if not sharper, tinting them with a permanent red stain so that none of them will fall out, even in old age. Others color their teeth black, the stain having the same property as the red. The Moros of this land [the Philippines] do the same thing. They wear their hair very long. Some wear it loose, while others knot it in the back. Neither the men nor the women wear a stitch of clothing, or anything else. They go about exactly how they came into the world. They bear few arms, nothing more than their bows and arrows tipped with fish bone and a few small throwing javelins, to which they attach a very stiff point half a geme wide made of fish bone; the javelins have very strong fire- hardened shafts. They use slings which they shoot with great force, and they wear bags full of stones for this purpose. It is unknown if they have other weapons apart from some crude knives or other things made from the iron they obtain through trading. Something quite odd is said about these islands, namely that no animals of any kind are found on them, harmful or useful, nor are there any fowls or birds. We did not witness this firsthand because we did not lay anchor there, but those who spent time there declare it to be so. This is what is known at this time regarding the people of these islands, called Ladrones.
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